5:30 de la madrugada, Gran Vía, Madrid. Tras una noche de cañas, tapitas, más cañas, más tapitas, risas, unos bailes, más risas… llegó la hora de volver a casa.
Es difícil encontrar un taxi en la Gran Vía a esas horas, pero ese día no se dio especialmente mal. Tras un par de minutos de espera… Osvaldo (es el nombre que usaré para el taxista de la historia, aunque puede que no fuera su nombre real) se detuvo para recogerme.
Tras el típico “buenas noches, ¿dónde le llevo?” la conversación comenzó de la segunda manera más típica en la que podía comenzar (aunque nunca superará al magnífico “se ha quedado buena noche”). “¿Cómo fue la noche? ¿Había mucho ambiente?” preguntó Armando. Tras contarle el motivo de que un Miércoles por la noche estuviera por allí a esas horas (la cena de despedida del curso del ICEX, que acabó sin destino para mí, por cierto…), Osvaldo tuvo un flashazo y le vino la cara de sus niños a la mente. Parejita, médico e informática, nada menos. A partir de ahí comenzó una entrevista de 10 minutos, en la que yo era el periodista y él el entrevistado.
El testimonio que en esos 3Km. me dio sobre su familia, los motivos de trabajar en el mundo del taxi (siendo médico él también en Ecuador), es impagable. Pocas personas me han hablado con tanto cariño de su familia y de lo orgulloso que estaba de sus hijos, por los que trabajaría 25 horas al día si hiciera falta. Estoy seguro de que a la hora de despedirnos, ambos sentíamos la misma emoción.
Por eso, quería dedicarle este pequeño párrafo a un HOMBRE BUENO. Osvaldo… ojala que si no nos volvemos a ver en el taxi… es porque has podido volver a tu tierra.
Osvaldo, un hombre bueno
Publicado por ACD a las 17:23
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1 comentarios:
He entrado convencida de q me reiria durante mucho rato con comentarios ingeniosos sobre las hijas de Zp (se q no es muy trascendental xo es divertido) y me encuentro con q estas sensible.... Alvaro! Te haces mayor!!
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